En el centro del universo

Por Adriana Med:

«I wish I’d met you earlier. I really like talking to you. »

Before Sunrise, Richard Linklater

Suelo ser muy callada. No todo es culpa mía. Haber nacido con la cara pintada de blanco, guantes y una playera rayada, tuvo cierta influencia en mi personalidad. Me regocijo en la soledad y el silencio, y estoy acostumbrada a responder con miradas y sonrisas más que con palabras. Sin embargo me he dado cuenta, sobre todo en los últimos años, de que una de las cosas que más valoro en el mundo es una buena conversación.

Hay algo espléndido en las buenas conversaciones que me cuesta trabajo explicar. Es como si de ellas salieran chispas. Agradeces estar con esa persona o esas personas, ahí, en esa combinación perfecta. Te produce una de las mejores sensaciones: la de estar en el centro del universo. Hablar con una persona es hablar con todos los libros que ha leído, todas las películas que ha visto, todas las experiencias que ha tenido, todos los lugares que ha visitado, todas las personas que lo han marcado. ¿No es fascinante?

Hasta ahora no era consciente de la importancia de la comunicación en las relaciones. Creo que si los demás ponen de su parte para no incomodamos y aceptarnos como los tímidos o introvertidos que somos, nosotros también debemos poner de la nuestra. Aprendí que a veces hay que ayudarles a los demás a entendernos. Nadie es adivino. Si queremos que el otro sepa con toda claridad qué sentimos o pensamos, o qué es lo que nos molesta, tenemos que hacer un esfuerzo y decírselo. Solo así evitaremos malentendidos. No hace falta que digamos un discurso, con decir lo necesario es suficiente.

Tengo la seguridad de que hablar con las personas correctas es una de las mejores maneras de aprender. Te planteas cosas que nunca se te habían pasado por la cabeza y la retroalimentación es inmediata. Apuesto a que todos hemos tenido una especie de epifanía durante una conversación. Algo sabio o inteligente que no sabíamos que había dentro de nosotros sale como una cascada. Y si decimos algo discutible o erróneo, la otra persona podrá contra argumentar instantáneamente y hacernos reconsiderar lo que acabamos de decir.

Pero, ¿por qué hay tan pocas personas con las que realmente podemos hablar? Al menos en mi caso así es. Estuve pensando al respecto y llegué a la conclusión de que las buenas conversaciones tienen cinco características:

1.- Interés. Para que una conversación no sea forzada o desagradable, debe haber un auténtico interés mutuo entre los interlocutores. Cuando esto pasa es habitual que las personas se hagan preguntas las unas a las otras: hay una curiosidad recíproca.

2.- Saber escuchar. Esto está ligado al punto anterior. Si las personas hablan pero no escuchan, no hay comunicación, solo parloteo y monólogos que no llegan a nadie.

3.- Confianza. Lo mejor de conversar es poder abrir tu corazón con alguien que también te abre el suyo. Esto puede suceder con personas que conocemos desde hace mucho tiempo o con personas que acabamos de conocer, pero que por alguna razón nos hacen sentir bien. En general debe haber una conexión. Entre más profunda mejor.

4.- Respeto. Sin el respeto una conversación sería solo una pelea. Los interlocutores no tienen que estar de acuerdo en todo, pero deben responder con argumentos, no con insultos ni violencia.

5.- Sentido del humor. Bueno, no tiene que haber chistes en todas las conversaciones (las serias pueden ser apasionantes y muy interesantes), pero una buena risa siempre se agradece y ayuda a romper el hielo.

Pienso que vale mucho la pena hacer funcionar nuestras cuerdas vocales, al menos de vez en cuando, con aquellos que nos importan. Una etiqueta es solo una etiqueta, y  creo que todos somos muchos más que cualquier de ellas. No tenemos que ser de tal o cual manera todo el tiempo. A los que lean esto (y a los que no) les deseo hermosos y largos silencios, sí, pero también conversaciones mágicas que los hagan sentir que están en el centro del universo.