Oficios imaginarios

Por Adriana Med:

Mi padre una vez me dijo que todos los oficios son importantes. Que un barrendero es tan necesario como un médico pues cada uno a su manera le aporta algo a la sociedad.

He pensado que hay oficios que no existen pero deberían. Me gustaría dedicarme a uno de ellos. Son imprescindibles aunque nadie se dé cuenta y requieren de una profunda vocación.

Supervisor de nubes

Este quehacer es definido como el mejor oficio de todos en una greguería de Ramón, ese Ramón que entra a un bar y pide un vaso de agua alegre en un chiste que una vez conté. Sin la supervisión de nubes nuestro mundo entero podría venirse abajo. Las nubes se entristecen cuando nadie las ve. El diluvio universal, se dice, fue consecuencia de esta hipersensibilidad. Cuenta la leyenda que en aquél entonces las nubes eran duramente ignoradas. Tomaban las formas más sorprendentes y bellas, llegando incluso a formar imágenes de composición compleja con punto de fuga, pero aún así rara vez alguien se tomaba la molestia de prestarles atención. Fue así como la desdicha invadió sus corazones y lloraron hasta inundar el planeta. No debemos permitir que esto vuelva a suceder.

También hay que supervisarlas para evitar los problemas de tránsito entre ellas, en especial los choques por exceso de velocidad.

Acariciador de perritos

Los perritos necesitan ser acariciados constantemente y por desgracia la mayoría de ellos son acariciados poco o nada en lo absoluto. Sé de perritos que nunca han recibido una caricia en sus vidas, razón por la cual viven molestos y, en venganza, hacen sus necesidades en lugares inapropiados. Es justo y necesario que los acariciadores de perritos abunden en el mundo y acaben con este problema.

Lanzador de pétalos de rosa

Alguien me contó que otro alguien, de niño, lanzaba pétalos de rosa a las parejas en el parque. No recuerdo quién. Creo que era un maestro de la secundaria. El caso es que tal actividad me pareció encantadora. Imaginen personas con canastas llenas de pétalos de rosa recorriendo los parques, los cines y las cafeterías en busca de parejas viviendo momentos románticos dignos de una hermosa lluvia de flores.

Vendedor de humo

Aceptémoslo, a mucha gente le encanta comprar humo y lo ideal sería que pudieran hacerlo literalmente. De este modo no habría engaño: el vendedor sabe que vende humo, el comprador sabe que compra humo. Todos contentos. El  pago sería con humo también. Solo hay que procurar que el humo sea amigable con el medio ambiente y el aparato respiratorio de los ciudadanos.

Chofer de autobús invisible

Ya hay una notable variedad de transportes públicos: combis, camiones, metro, taxis, bicitaxis y nubes voladoras, pero todavía no hay autobuses invisibles para los mimos. Que alguien piense en los mimos. Ellos tienen prohibido transportarse en vehículos ruidosos y casi siempre tienen que caminar de la casa al trabajo y viceversa en pantuflas de algodón. No hay pretexto para no implementar los autobuses invisibles. No cuestan nada, no contaminan ni necesitan gasolina. Solo requerimos choferes de autobuses invisibles con licencia para conducir también invisible.

Subrayador de libros

A algunos mortales como yo se les da mejor eso de subrayar que eso de escribir. Podríamos ser subrayadores de libros ejemplares de tiempo completo y convertirnos en el subrayador del mes cuando sobresalgamos entre los demás subrayadores de oficio. Un buen subrayador subraya con delicadeza para provocarle cosquillas al libro en vez de rasguños. Si el libro ríe mientras se le subraya, es que se está subrayando bien. Si el libro llora, el subrayador debe ser despedido inmediatamente.

Visitador de tumbas

Es triste que muchas tumbas no reciban visitas nunca. Están tan solas y tan llenas de polvo que ya olvidaron lo que es recibir una flor o escuchar un padre nuestro. Alguien debería dedicarse a visitar esas tumbas y contarles cómo va todo, qué animal se ha extinguido últimamente, quién ganó el clásico. Esa clase de cosas. Es posible que los muertos ya no puedan escucharnos, pero las tumbas que los representan están destinadas a permanecer, a ser, a escuchar. Como las esculturas que no pueden rascarse y se enamoran se hombres y mujeres que no volverán a ver, porque no se quedan.

¿A ustedes qué otros oficios se les ocurren?