Trump y los oligarcas vengadores…

Por Oscar E. Gastélum:

“The only vice that cannot be forgiven is hypocrisy. The repentance of a hypocrite is itself hypocrisy.”

William Hazlitt

Hace unos días el millonario norteamericano Donald Trump anunció que buscará la presidencia de su país en un evento que parecía más un sketch de Monty Python que un mitin político. El discurso que pronunció ante un auditorio conformado por actores a los que contrató para aplaudirle, brilló por su incoherencia y los delirantes exabruptos xenófobos y racistas que el flamante aspirante presidencial dirigió en contra de los inmigrantes mexicanos avecindados en EE. UU.

Trump está lejos de ser una figura respetada o políticamente relevante en su país. Todo lo contrario, es un heredero caricaturesco y adicto a los reflectores, que hace hasta lo imposible por cultivar una imagen, ridículamente inverosímil, de “self-made man”, a pesar de que ha dedicado buena parte de su existencia a dilapidar veleidosamente la fortuna que recibió en charola de plata tras la muerte de su padre.

Para la inmensa mayoría de los estadounidenses Trump no es más que un bufón patético y ególatra que estampa con su apellido todos los bodrios arquitectónicos que ha levantado con el dinero de su papi, y ostenta sobre la cabeza el peinado más horroroso del mundo,  monumento involuntario a sus más profundos complejos e inseguridades.

Por si esto fuera poco, Trump ya protagonizó una fracasada y esperpéntica campaña presidencial hace cuatro años. Nada expone mejor la mancillada reputación del personaje que la reacción de los principales comediantes anglosajones, de Jon Stewart a Stephen Colbert pasando por Bill Maher y hasta John Cleese, ante el anuncio de su candidatura. Todos sin excepción celebraron estruendosamente la noticia pues representa una mina inagotable de humor involuntario a su entera disposición.

Por todo esto y muchas razones más me pareció un error garrafal que la cancillería mexicana se pronunciara oficialmente ante el desvarío de un cretino delirante, dándole así peso diplomático a sus disparates. Pero entre las muchas y variadas reacciones emanadas de México, la más ridícula e insultante provino de Televisa y Carlos Slim, el segundo hombre más rico del mundo, quienes decidieron exhibir su inmenso amor por los migrantes mexicanos cancelando públicamente sus negocios con Trump.

Que Emilio Azcárraga y Carlos Slim, dos de los principales responsables y beneficiarios de un sistema económico y político que ha hundido a millones de mexicanos en la miseria y la falta de oportunidades, y los ha lanzado a la búsqueda de una vida digna en EE. UU., se rasguen las vestiduras ante las sandeces de Trump y finjan solidaridad con esa gente, con cuya desgracia han lucrado impúdicamente durante décadas, es una incongruencia obscena y profundamente ofensiva.

Sí, Donald Trump es un demagogo vesánico y racista, pero él no es el culpable de que este país haya expulsado a decenas de millones de sus hijos a una tierra extraña, y muchas veces hostil, para poder sobrevivir dignamente. ¿Qué sería de Slim, Azcárraga y el resto de nuestros voraces y vulgares oligarcas sin esa válvula de escape que representa nuestra vecindad con EE. UU. y la capacidad de nuestros vecinos para absorber a decenas de millones de nuestros menesterosos ofreciéndoles la oportunidad de realizarse como seres humanos? ¿Y qué sería de la primitiva y enclenque economía mexicana sin los miles de millones de dólares que manda anualmente esa gente a la que este país sin memoria abandonó a su suerte?

Nadie ha resultado más beneficiado con la migración masiva de mexicanos desamparados rumbo a EE. UU. que la oligarquía insaciable encabezada por Azcárraga y Slim. Si esos millones y millones de ciudadanos que han logrado huir siguieran atrapados en este infierno y la economía no contara con sus remesas, la situación del país se habría vuelto insostenible desde hace décadas y, por las buenas o por las malas, algo habría tenido que cambiar.

Así que la próxima vez que Slim y Azcárraga quieran ir más allá del efectismo barato y hacer algo real por los migrantes mexicanos, o por el país al que expolian sin piedad y mantienen en un bochornoso e injustificable atraso, pueden ahorrarse sus gestos huecos e hipócritas y considerar alguna de las siguientes opciones:

  • Dejar de evadir miles de millones de pesos de impuestos. Con los ingresos multimillonarios que el Estado mexicano recaudaría, podría ofrecer educación y salud de calidad a toda la población.
  • En el caso de Televisa: Dejar de producir la basura barata que ha envenenado la mente y atrofiado el gusto de millones de miserables a lo largo de las últimas décadas, perpetuando su sujeción y desgracia.
  • En el de Slim: Ofrecer productos y servicios de calidad a un precio justo en lugar de aprovecharse de consumidores indefensos y carentes de opciones.
  • Abrirse a la verdadera competencia, en lugar de esconderse cobardemente detrás monopolios, duopolios y oligopolios que generan fortunas obscenas a costa del bienestar nacional.
  • Dejar de manipular y adulterar el proceso democrático y de imponer peleles en la presidencia que velen por sus mezquinos intereses en lugar de dedicarse a trabajar para sacar al país de la miseria.

Esas son solo unas cuantas de las muchas medidas que Slim, Azcárraga y sus compinches de la lista de billonarios de Forbes podrían tomar para dejar de ser un obstáculo en la construcción de un México moderno, próspero y democrático, del que no tuvieran que huir millones de víctimas de la desigualdad, la impunidad y la corrupción que tanto los beneficia.

Los mexicanos que se sintieron ofendidos por las groserías de Trump no deben olvidar que se trata de un bufón siniestro pero inofensivo y que los verdaderos enemigos de este país están aquí, manipulando elecciones, saqueando desvergonzadamente el patrimonio nacional y derramando lágrimas de cocodrilo por los pobrecitos migrantes a los que ese gringo malvado ofendió tan feo…